Al hablar de Valencia, no podemos evitar hablar de L’Horta valenciana, ésta ha significado durante siglos la principal forma de vida para muchos de sus habitantes. En ella, además de la conocida y desaparecida barraca valenciana, hay otros tipos de construcciones arquitectónicas características, entre las que se encuentran las centenarias alquerías. Desgraciadamente, muchas han desaparecido, otras están en vías de hacerlo, y algunas han sido restauradas. Antes de hablar propiamente de las alquerías, creo conveniente hablar del hábitat en el que se encuentran este tipo de construcciones.
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Fotografía del Colegio de Geógrafos de Valencia |
El paisaje de l’Horta se organiza a través de una red hidráulica, que abastece una gran extensión de tierras de cultivo, que recoge el agua del último tramo del río Turia. Entre los elementos que definen su paisaje, hay que distinguir entre los naturales, como es el marjal, los llanos, el secano y sus cercanas montañas, con otros de carácter artificial, como son las acequias, los huertos y su particular partición de la propiedad basada en el minifundismo. Dentro de este paisaje se entreteje un entramado de caminos que adquieren su importancia para comunicar la capital con todos los pueblos que circundan la ciudad de Valencia, formando una verdadera tela de araña artificial. En este paisaje rural encontramos diversas formas de construcción que durante siglos han ido transformando el paisaje natural.
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Detalle del plano Terminus T.V. Tosca, 1722. Paisaje urbado cercano a la cidad de Valencia, alquerías y barracas |
La palabra alquería, como tantas otras en Valencia, tiene un origen árabe (qarya), término que utilizaban para designar un núcleo de poblamiento diseminado en el espacio rural, y asociado a los sistemas hidráulicos de riego (molinos, acequias…) Tras la conquista cristiana, esta palabra comenzó a vaciarse de significado de su época islámica, pasando a designar núcleos de poblamiento reservado a los mudéjares, frente a los llocs, pobles y villes donde habitarán los repobladores.
Sin embargo, ya desde el siglo XV la palabra alquería adquiere el significado actual: instalación rural permanente, en el que la casa está vinculada a un grupo de tierras de huerta cercanas a la ciudad.
Es lógico que la funcionalidad de estas alquerías haya ido cambiando con el paso de los decenios, aun así, son muchas las que han sobrevivido al transcurso del tiempo, su tipología es muy variada, por lo que no puede establecerse un modelo estándar, además, recogen diferentes estilos arquitectónicos adaptados a la época en la que fueron construidas. A travéss de algunos ejemplos podemos ilustrar la problemática de estos bienes. En el tipo «palacio rural» tenemos la alquería de la Serena, del siglo XVI ( toma su nombre de la figura que rodea su escudo nobiliario, aunque propiamente posee cabeza de mujer y cola de serpiente). Cumple una doble función, dedicada a los cultivos agrícolas típicos de la zona, y de villa de recreo señorial. Situada en el término municipal de Alfara del Patriarca. El conjunto, casa principal y anejos, posee un extraordinario valor, tanto morfológicamente y espacialmente, como por constituir uno de los pocos ejemplos de arquitectura palaciega del siglo XVI en este medio. Nos encontramos frente a un singular ejemplo de palacio renacentista, donde se han abandonado las antiguas maneras, y aparecen unos esquemas nuevos en planta, unos temas nuevos de composición y unas fábricas rejuvenecidas por el manierismo y las técnicas depuradas de su construcción. Actualmente está abandonada.
Un ejemplo de casa compacta es la alquería de Falcó, data de finales del siglo XVII, situada en el barrio de Torrefiel, en el término municipal de Valencia, su arquitectura es clasicista. Se trata de una construcción a dos aguas, que consta de dos partes habitables, la casa señorial y la de su administrador, su composición se completa con corrales y patios. Su deterioro y abandono, hace que su estado actual esté en continuo deterioro, y corre peligro de desaparecer. Por último, como ejemplo de alquería urbana, la alquería del Rellotge, situada en Massarrojos, pedanía perteneciente al municipio de Valencia. Debe su nombre a los dos relojes de sol que luce en su estructura. Se trata de una casona señorial de finales del siglo XVII, aunque a mediados del siglo XVIII sufrió una importante reforma en su fachada, con el objeto de adaptarla a la cría del gusano de la seda. Su característica principal es que su cuerpo principal tiene una doble crujía desigual, esta particularidad, la sitúa en lo que podríamos denominar un estilo arquitectónico de transición. Y es característica suficiente para garantizar su protección.
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Rey M. y AA.VV, Alqueries. Paisatge i arquitectura en l’horta, Maior, Consell Valencià de Cultura, 2002, Valencia |
Es evidente que en los últimos años, la sociedad ha ido adquiriendo una concienciación y sensibilidad hacia nuestro patrimonio y su puesta en valor. El objetivo es velar por la conservación y restauración de estos edificios de importante valor cultural. Una manera de conservar estos bienes patrimoniales sería dotarles de una funcionalidad, que garantice su perdurabilidad en el tiempo. Sería interesante que este tipo de construcciones volvieran a recuperar la funcionalidad para la que fueron creadas, pero soy consciente que en muchos de los casos esta opción no es viable ni realista. Así, las alquerías que están en núcleos urbanos, convendría dotarlas de servicios públicos, que garanticen su permanencia, y además, cubran las necesidades de sus ciudadanos. Pero los inmuebles que están en el medio rural, lo idealizado sería que recuperaran sus funciones originales, porque de otra forma tiene difícil su permanencia en una sociedad actual cada vez más cambiante.
Veo una imperiosa necesidad en que las diferentes instituciones públicas tengan cada vez más, una mayor implicación en este tipo de proyectos, con el objetivo de proteger y conservar nuestro patrimonio, y no como vienen demostrando desde hace años. Un ejemplo de esta mala gestión patrimonial es el último PGOU del Ayuntamiento de Valencia, que comportará la desaparición de muchas hectáreas de l’Horta de Valencia, y con ella, entre tantas otras cosas, muchas de las alquerías que se conservan en ella, así como parte de la identidad cultural de una ciudad que aprovecha y explota actualmente de manera beneficiosa su agricultura.
Otra vez más, la negligencia o pasividad de las instituciones así como la incapacidad para hacer cumplir la ley a los propietarios, hace agonizar al patrimonio que en contados casos sobrevive.
Carles Verdeguer Molins
Tengo curiosidad:
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